Son tantas que sería prácticamente imposible poder hacer un ranking incluyendo cuáles fueron las más crueles o terribles, pero por encima de muchas ha llegado hasta nuestros días el relato sobre Robert François Damiens, un hombre que intentó asesinar a Luis XV y al que torturaron desmedidamente y sin piedad alguna.
Parte de esta historia la conocemos a través de las múltiples crónicas que se publicaron, pero también encontramos un detallado párrafo en el segundo volumen del libro de memorias del famoso Giacomo Casanova, quien fue uno de los presentes a la ejecución pública que tuvo lugar en la Place de Grève de París:
Tuvimos el valor de presenciar la espantosa visión durante 4 horas... Damiens era un fanático que, con la idea de hacer una buena obra y obtener la recompensa celestial, había tratado de asesinar a Luis XV; y aunque el intento fue un fracaso, y sólo produjo en el rey una leve herida, fue arrancado en pedazos como si el crimen hubiera sido consumado.(...)En varias ocasiones me vi obligado a apartar la cara y taparme los oídos mientras oía sus desgarradores alaridos, después de que la mitad de su cuerpo se hubiese separado de él (...).
Damiens había tratado de clavar al rey una navaja de doble filo y 8 centímetros, pero tan solo le ocasionó una pequeña herida gracias a que las gruesas ropas que vestía el monarca amortiguaron la puñalada. Todo fue muy rápido y se produjo en el momento que Luis XV se disponía a subir a su carruaje, tras visitar a su hija Victoria en Versalles. De entre la gente que allí se había acercado para ver al soberano salió el regicida dándole un golpe seco en uno de los costados, a la atura de las costillas.
La guardia real se abalanzó sobre él, pudiéndolo reducir. A partir de aquel momento comenzaría el suplicio de Robert François Damiens.
Lo primero que le hicieron fue quemarle los tendones de Aquilescon unas tenazas al rojo vivo. Con ello querían causarle un gran dolor con el fin de que confesase quiénes eran sus cómplices, debido a que estaban convencidos que Damiens tan solo era la mano ejecutora de un complot contra el rey. Pero no dijo nada ni dio ni un solo nombre. Incluso negó que él hubiese hecho algo.
A lo largo de los siguientes días se fueron sucediendo las palizas y torturas, pero de la boca del detenido no salía ni una sola palabra que no fuesen gritos de dolor. Fue tal el suplicio que llegó a padecer que intentó quitarse la vida cortándose los genitales. Para evitar que muriera o intentara suicidarse de nuevo fue maniatado con correas a un camastro y de este modo estuvo durante todo el tiempo en el que duró su encarcelamiento e incluso juicio, ya que era llevado atado de pies y manos frente a los jueces.
La sentencia fue rotunda: el acusado había sido encontrado culpable y recibía como castigo la pena de muerte, teniéndose que llevar a cabo ésta del modo más cruel y doloroso posible.
El 28 de marzo fue llevado hasta el cadalso de la parisina Place de Grève, donde una muchedumbre de gente esperaba enfervorizada que comenzase el espectáculo con la ejecución.
El primero de los suplicios al que fue sometido delante de los espectadores fue quemarle con unas tenazas al rojo vivo los brazos, muslos, pantorrillas y pezones. Acto seguido se le vertió aceite hirviendo, cera, azufre, resina y plomo fundido sobre la mano en la que había empuñado la navaja con la que intentó asesinar al rey.
Tras tenerlo gritando y desgañitándose de dolor, ataron sus extremidades a unos caballos, con el propósito de que cada uno saliese trotando hacia un lado y acabase el cuerpo de Damiens totalmente desmembrado. Pero tras varios intentos no hubo manera de que se partiera, teniendo que hacer el verdugo real, Charles Henri Sanson, unos cortes en los ligamentos.
Una nueva arremetida de los caballos consiguió desmembrarlo y partirlo finalmente en varios trozos. Según crónicas de la época, Damiens todavía se movía, gritaba y estaba vivo cuando el verdugo cogió las diferentes partes (las cuatro extremidades por un lado y el tronco por otra) y las lanzó al fuego de una hoguera.
Muchos son los historiadores que señalan que esta tortura fue una de las más crueles de cuantas se han hecho públicamente, propiciando que a partir de entonces se ‘humanizasen’ (si se puede decir de algún modo) los métodos de tortura y ejecución de los condenados.
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