El Incidente OVNI de Manises o Caso Manises fue un avistamiento de origen desconocido ocurrido el 11 de noviembre de 1979, que provocó que un vuelo comercial tuviera que hacer un aterrizaje de emergencia en el aeropuerto de Manises (Valencia).
El suceso lo protagonizó un Supercaravelle de la compañía TAE (ya desaparecida). Este vuelo, el JK-297 con 109 pasajeros, procedía de Salzburgo (Austria) y había hecho escala en Mallorca antes de seguir rumbo a Tenerife.
A medio camino y sobre las 11 de la noche, el piloto Francisco Javier Lerdo de Tejada y su tripulación observaron una serie de luces rojas que se dirigían hacia la propia aeronave. El rumbo de colisión de este presunto artefacto provocó un gran nerviosismo en la tripulación. El comandante pidió información sobre las extrañas luces, pero ni el radar militar de Torrejón de Ardoz (Madrid), ni el centro de control de Barcelona pudieron dar una explicación del fenómeno.
Para evitar una posible colisión, el comandante elevó su aparato, pero las luces hicieron lo mismo y se colocaron a apenas medio kilómetro del avión. La imposiblidad de hacer una maniobra para esquivarlas provocó que el comandante se viese forzado a desviar su rumbo y aterrizar de emergencia en el aeropuerto de Manises. Era la primera vez en la historia que un avión comercial se veía obligado a aterrizar de emergencia debido a un avistamiento ovni, ya que el no identificado estaba violando todas las normas básicas de seguridad.
Las luces detuvieron la persecución antes del aterrizaje. Tres formas no identificadas fueron detectadas finalmente por el radar. El tamaño de aquella forma luminosa fue calculado en unos 200 m de diámetro, y fue observado por numerosos testigos. Una de las extrañas formas pasó muy cerca de la pista de aterrizaje. Incluso se llegaron a encender las luces de emergencia en previsión de que aquél fuera un vuelo no registrado en apuros.
Ya el día siguiente, sobre las 0.40 horas, un Mirage F-1 despegó de la cercana base aérea de Los Llanos (Albacete) con el objetivo de identificar el fenómeno. El piloto, Fernando Cámara, capitán del Ejército del Aire, tuvo que aumentar su velocidad hasta 1,4 mach para finalmente distinguir una forma troncocónica que cambiaba de color, aunque enseguida el artefacto desapareció de su vista. El piloto recibió información sobre un nuevo eco del radar, que indicaba que un nuevo objeto, o quizás el mismo, estaba sobre Sagunto. Cuando el piloto se acercó lo suficiente, el objeto aceleró y desapareció de nuevo. Pero esta vez, el caza fue blocado (detectado por un radar ajeno concretamente de onda continua como los que usan los misiles). En términos de defensa esto se considera una operación agresiva. Finalmente, ocurrió lo mismo por tercera vez, y esta vez el ovni desapareció definitivamente rumbo a África. Tras hora y media de persecución, y debido a la falta de combustible, el piloto tuvo que volver a su base sin resultados.
lo largo del último medio siglo ha habido múltiples testimonios similares de otros pilotos que han vivido situaciones similares, y se les supone suficientemente preparados para afrontar estos hechos. Sin embargo, en esta ocasión el peligro parece que fue demasiado evidente.
Esto, sumado al hecho de que los medios de comunicación estuvieran saturados en aquella época de noticias ovni, pudo influir tanto en la tripulación del aparato como en la opinión pública. Por eso hay que comprender que se relizara una operación tan extrema como el aterrizaje de emergencia.
Hay múltiples explicaciones de este suceso: desde los que creen que el fenómeno ovni consiste en la visita de habitantes de otros mundos hasta los que piensan que aquellas luces no eran más que astros nocturnos o fenómenos meteorológicos, aunque de estos últimos fenómenos no hay ninguno conocido que tenga la dinámica de las luces del caso Manises.
Los escépticos explican el bloqueo electrónico del Mirage F-1 basándose en que estaba estacionada en la zona la Sexta Flota de la Marina de los Estados Unidos con un potente sistema de guerra electrónica, pendiente de los sucesos de la crisis de los rehenes en Irán.
La explicación oficial vendría gracias al expediente del Ejército del Aire, que sería desclasificado años después, en agosto de 1994. El asunto llegó incluso al Congreso de los Diputados, cuando en septiembre de 1980 el diputado Enrique Múgica pidió una explicación de lo ocurrido.
Una de las explicaciones más recientes de los hechos, auspiciada por la Fundación Anomalía, afirma que las luces vistas por la tripulación del Supercaravelle JK-297 eran en realidad las llamaradas de las torres de combustión de la refinería de Escombreras, junto a Cartagena. No obstante, a las tripulaciones aéreas se las supone suficientemente preparadas para reconocer cuando una luz tiene un origen fijo en el suelo o tiene un movimiento a velocidad similar a un avión, imposible en el caso de una llamarada de una refinería.
El suceso no está cerrado y sigue siendo fruto de debates y todo tipo de explicaciones.
UN ESPACIO PARA INVESTIGAR Y TRATAR DE DESENTRAÑAR ENTRE TODOS LOS MISTERIOS MAS PROFUNDOS QUE HAN ACOMPAÑADO AL HOMBRE DESDE EL ORIGEN DE LOS TIEMPOS...
viernes, 21 de enero de 2011
EL MISTERIO DEL MARY CELESTE
Mary Celeste (Incorrectamente escrito como Marie Celeste) es el nombre de un bergantín botado en Nueva Escocia en 1861. Es considerado un buque fantasma, ya que fue encontrado en pleno Océano Atlántico, navegando a toda vela y sin tripulación, rumbo a Gibraltar. El novelista inglés Arthur Conan Doyle escribió una historia de ficción, J. Habakuk Jephson's Statement, sobre el asunto, historia que levantó gran revuelo en su día, siendo juzgada como verídica por algunos periódicos.
El Mary Celeste fue un bergantín de 31 metros de eslora y 282 toneladas de peso. Fue construido en 1861 y bautizado con el nombre de Amazon en la Isla Spencer en Nueva Escocia, Canadá.
Algunos pensaban que el navío tenía mala suerte debido a algunas desventuras. Su primer capitán no alcanzó a dirigir el barco, ya que murió ahogado e igualmente el segundo durante el viaje inaugural. Sin embargo, después de su desafortunado comienzo, el bergantín tuvo varios años sin sobresaltos con sus dueños hasta que en 1867 quedó varado en tierra firme debido a una fuerte tormenta, en la bahía de Glace, Nueva Escocia. Fue rescatado y vendido a un estadounidense, quien realizó modificaciones importantes y lo rebautizó como Mary Celeste en 1869.
La desaparición de la tripulación del Mary Celeste (ocurrida alrededor del 5 de diciembre de 1872) constituye aún hoy uno de los misterios marítimos más célebres.
El 5 de noviembre de 1872 zarpó, con el capitán Benjamín S. Briggs al mando, desde el puerto de Nueva York. La tripulación consistía en siete hombres, además de la mujer y la hija de dos años del capitán. Transportaban 1.701 barriles de alcohol industrial hasta Génova, Italia.
Un mes después, exactamente el 5 de diciembre, hacia las tres de la tarde, la tripulación del Dei Gratia, un barco que navegaba desde Nueva York hasta Gibraltar, avistó el bergantín cerca de las Azores. El capitán de este barco, David Reed Morehouse, conocía a Briggs, por lo que, cuando estuvieron los dos barcos lo suficientemente cerca y leyó el nombre, Morehouse se temió lo peor, ya que de inmediato se dio cuenta de que no había nadie en cubierta. El capitán mandó a algunos de sus hombres al Mary Celeste, para registrarlo y ayudar en lo posible. Al llegar al barco, no encontraron a ninguno de los tripulantes ni a la familia Briggs. La ropa de unos y otros estaba ordenada en sus respectivos cajones; no encontraron el bote salvavidas, el sextante, el cronómetro ni la bitácora. El diario de navegación se encontraba en el cuarto del capitán; la última anotación era del día 24 de noviembre, pero no señalaba nada relevante. Según el diario, el tiempo había estado revuelto, pero ninguna otra circunstancia de gravedad.
Después de esta inspección, la tripulación del Dei Gratia decidió llevar el bergantín hasta Gibraltar, para allí examinarlo mejor y encontrar una respuesta al misterio. Al llegar a puerto, sometieron al capitán Morehouse a diversos interrogatorios, ya que incluso se especuló que podía haberse puesto de acuerdo con Briggs para simular su desaparición y obtener algún beneficio de las aseguradoras. Al no descubrirse nada significativo, Morehouse, libre de sospechas, recibió una recompensa de alrededor de 8.000 libras esterlinas por el rescate del bajel.
La nave recuperada fue utilizada durante doce años por distintos propietarios.
En enero de 1885 fue cargado en exceso con chatarra, incluyendo botas y comida para gatos, por su capitán, quién intentó hundirlo para reclamar la póliza del seguro. El plan no funcionó y una investigación por parte de la aseguradora reveló el fraude.
El 9 de agosto de 2001, una expedición encabezada por Clive Cussler (Representante de la Agencia Nacional Marina y Submarina) (NUMA en inglés) y el productor candiense John Davis anunciaron que habían hallado los restos del navío en la isla de Gonave, Haití. El arqueólogo James P. Delgado identificó los restos como los del Mary Celeste.
En la actualidad aún se sigue buscando una explicación para lo ocurrido. La teoría que los jueces declararon oficial, supone que, debido quizá a una fuga de gases del alcohol que se transportaba, el capitán pensó que una explosión o envenenamiento general iban a tener lugar, dando la orden de desalojar el barco inmediatamente.
Hay alguna otra, como la que sugiere que la tripulación se emborrachó con parte de la mercancía a bordo y que, enfurecidos, mataron al capitán Briggs, a su mujer y a su pequeña hija, para después huir en el bote salvavidas. Sin embargo esto resulta difícil de creer, ya que el consumo de alcohol del tipo industrial que portaban es mortal. Además, no se encontraron rastros de un posible motín, aparte de unas manchas rojas en cubierta, que más tarde se comprobaría que no era más que óxido (Otras versiones afirman que sí podía tratarse de sangre, pero posiblemente procedente del pescado que se usaba para cocinar.)
Otras explicaciones son quiméricas, como la que sostiene que toda la tripulación pereció por la acción de alguna monstruosa criatura marina, quizá un calamar gigante (o kraken), o la que cuenta que una banda de piratas capturó pacíficamente a todos los tripulantes. Lo único sabido es que el capitán Briggs, su mujer, su hija Sofía de dos años y los siete marinos restantes, desaparecieron sin dejar rastro en la inmensidad del océano.
El Mary Celeste fue un bergantín de 31 metros de eslora y 282 toneladas de peso. Fue construido en 1861 y bautizado con el nombre de Amazon en la Isla Spencer en Nueva Escocia, Canadá.
Algunos pensaban que el navío tenía mala suerte debido a algunas desventuras. Su primer capitán no alcanzó a dirigir el barco, ya que murió ahogado e igualmente el segundo durante el viaje inaugural. Sin embargo, después de su desafortunado comienzo, el bergantín tuvo varios años sin sobresaltos con sus dueños hasta que en 1867 quedó varado en tierra firme debido a una fuerte tormenta, en la bahía de Glace, Nueva Escocia. Fue rescatado y vendido a un estadounidense, quien realizó modificaciones importantes y lo rebautizó como Mary Celeste en 1869.
La desaparición de la tripulación del Mary Celeste (ocurrida alrededor del 5 de diciembre de 1872) constituye aún hoy uno de los misterios marítimos más célebres.
El 5 de noviembre de 1872 zarpó, con el capitán Benjamín S. Briggs al mando, desde el puerto de Nueva York. La tripulación consistía en siete hombres, además de la mujer y la hija de dos años del capitán. Transportaban 1.701 barriles de alcohol industrial hasta Génova, Italia.
Un mes después, exactamente el 5 de diciembre, hacia las tres de la tarde, la tripulación del Dei Gratia, un barco que navegaba desde Nueva York hasta Gibraltar, avistó el bergantín cerca de las Azores. El capitán de este barco, David Reed Morehouse, conocía a Briggs, por lo que, cuando estuvieron los dos barcos lo suficientemente cerca y leyó el nombre, Morehouse se temió lo peor, ya que de inmediato se dio cuenta de que no había nadie en cubierta. El capitán mandó a algunos de sus hombres al Mary Celeste, para registrarlo y ayudar en lo posible. Al llegar al barco, no encontraron a ninguno de los tripulantes ni a la familia Briggs. La ropa de unos y otros estaba ordenada en sus respectivos cajones; no encontraron el bote salvavidas, el sextante, el cronómetro ni la bitácora. El diario de navegación se encontraba en el cuarto del capitán; la última anotación era del día 24 de noviembre, pero no señalaba nada relevante. Según el diario, el tiempo había estado revuelto, pero ninguna otra circunstancia de gravedad.
Después de esta inspección, la tripulación del Dei Gratia decidió llevar el bergantín hasta Gibraltar, para allí examinarlo mejor y encontrar una respuesta al misterio. Al llegar a puerto, sometieron al capitán Morehouse a diversos interrogatorios, ya que incluso se especuló que podía haberse puesto de acuerdo con Briggs para simular su desaparición y obtener algún beneficio de las aseguradoras. Al no descubrirse nada significativo, Morehouse, libre de sospechas, recibió una recompensa de alrededor de 8.000 libras esterlinas por el rescate del bajel.
La nave recuperada fue utilizada durante doce años por distintos propietarios.
En enero de 1885 fue cargado en exceso con chatarra, incluyendo botas y comida para gatos, por su capitán, quién intentó hundirlo para reclamar la póliza del seguro. El plan no funcionó y una investigación por parte de la aseguradora reveló el fraude.
El 9 de agosto de 2001, una expedición encabezada por Clive Cussler (Representante de la Agencia Nacional Marina y Submarina) (NUMA en inglés) y el productor candiense John Davis anunciaron que habían hallado los restos del navío en la isla de Gonave, Haití. El arqueólogo James P. Delgado identificó los restos como los del Mary Celeste.
En la actualidad aún se sigue buscando una explicación para lo ocurrido. La teoría que los jueces declararon oficial, supone que, debido quizá a una fuga de gases del alcohol que se transportaba, el capitán pensó que una explosión o envenenamiento general iban a tener lugar, dando la orden de desalojar el barco inmediatamente.
Hay alguna otra, como la que sugiere que la tripulación se emborrachó con parte de la mercancía a bordo y que, enfurecidos, mataron al capitán Briggs, a su mujer y a su pequeña hija, para después huir en el bote salvavidas. Sin embargo esto resulta difícil de creer, ya que el consumo de alcohol del tipo industrial que portaban es mortal. Además, no se encontraron rastros de un posible motín, aparte de unas manchas rojas en cubierta, que más tarde se comprobaría que no era más que óxido (Otras versiones afirman que sí podía tratarse de sangre, pero posiblemente procedente del pescado que se usaba para cocinar.)
Otras explicaciones son quiméricas, como la que sostiene que toda la tripulación pereció por la acción de alguna monstruosa criatura marina, quizá un calamar gigante (o kraken), o la que cuenta que una banda de piratas capturó pacíficamente a todos los tripulantes. Lo único sabido es que el capitán Briggs, su mujer, su hija Sofía de dos años y los siete marinos restantes, desaparecieron sin dejar rastro en la inmensidad del océano.
EL VERDADERO SHERLOCK HOLMES
Joseph Bell
Doctor y profesor universitario en el Edinburgh Infirmary de la Universidad de Edimburgo cuyo método analítico influyó en Arthur Conan Doyle, que lo conoció en 1877 al cursar sus estudios de medicina, a la hora de modelar su famoso personaje de Sherlock Holmes. Era un hombre de gran energía, poeta aficionado, deportista y aficionado a las aves. Joseph Bell contaba con 39 años de edad cuando el célebre escritor comenzó a asistir a sus clases.
Nació en Edimburgo en 1837 en el seno de una familia con precedentes en el campo de la medicina entre los que destacaba Sir Charles Bell, conocido por la descripción de la parálisis de Bell.
Joseph Bell House estudiaba con precisión aspectos como el modo de caminar, el acento, las manos y la indumentaria de una persona y con esta información podía llegar a determinar muchas cosas. Así solía animar a sus alumnos a reconocer a sus pacientes como un zapatero zurdo o como un sargento jubilado que había servido en Barbados mediante la observación precisa del individuo y la deducción lógica. A menudo asombraba tanto al propio paciente como a sus alumnos haciendo afirmaciones de esta índole, a veces incluso antes que el paciente dijera nada. Incluso se dice que ayudó en la investigación de Jack el destripador junto con un amigo suyo (con informes a parte) y que en su hipótesis final los nombres del asesino coincidieron pero se dice que el informe desapareció de las oficinas de Scotland Yard. Este doctor y profesor universitario fue sin duda alguna el inventor de la medicina forense y de lo que hoy conocemos como Investigación de la escena del crimen o CSI: Crime Scene Investigation.
El doctor Bell era consciente de que Doyle lo había tomado como referencia para su obra detectivesca y lo llevaba a gala. Siempre mantuvo interés en su alter ego e incluso prologó uno de los libros de Sherlock Holmes.
Doctor y profesor universitario en el Edinburgh Infirmary de la Universidad de Edimburgo cuyo método analítico influyó en Arthur Conan Doyle, que lo conoció en 1877 al cursar sus estudios de medicina, a la hora de modelar su famoso personaje de Sherlock Holmes. Era un hombre de gran energía, poeta aficionado, deportista y aficionado a las aves. Joseph Bell contaba con 39 años de edad cuando el célebre escritor comenzó a asistir a sus clases.
Nació en Edimburgo en 1837 en el seno de una familia con precedentes en el campo de la medicina entre los que destacaba Sir Charles Bell, conocido por la descripción de la parálisis de Bell.
Joseph Bell House estudiaba con precisión aspectos como el modo de caminar, el acento, las manos y la indumentaria de una persona y con esta información podía llegar a determinar muchas cosas. Así solía animar a sus alumnos a reconocer a sus pacientes como un zapatero zurdo o como un sargento jubilado que había servido en Barbados mediante la observación precisa del individuo y la deducción lógica. A menudo asombraba tanto al propio paciente como a sus alumnos haciendo afirmaciones de esta índole, a veces incluso antes que el paciente dijera nada. Incluso se dice que ayudó en la investigación de Jack el destripador junto con un amigo suyo (con informes a parte) y que en su hipótesis final los nombres del asesino coincidieron pero se dice que el informe desapareció de las oficinas de Scotland Yard. Este doctor y profesor universitario fue sin duda alguna el inventor de la medicina forense y de lo que hoy conocemos como Investigación de la escena del crimen o CSI: Crime Scene Investigation.
El doctor Bell era consciente de que Doyle lo había tomado como referencia para su obra detectivesca y lo llevaba a gala. Siempre mantuvo interés en su alter ego e incluso prologó uno de los libros de Sherlock Holmes.
EL MISTERIO DE LA COMBUSTION ESPONTANEA
Se utiliza el término combustión espontánea humana para describir los casos de incineración de personas vivas sin una fuente externa de ignición aparente. Aunque existen multitud de teorías sobre la combustión espontánea, la posición mayoritaria es de escepticismo sobre la propia existencia del fenómeno. Los defensores de la existencia de este fenómeno contabilizan alrededor de 200 casos desde el siglo XVII.[1] Sin embargo, en la mayoría de los casos apenas hubo una investigación sobre las circunstancias que lo rodearon, y muchos de ellos se basan en testimonios de segunda o tercera mano y se carece de datos tan básicos como el nombre de la víctima o la fecha del incidente.
Los defensores de la existencia del fenómeno, han discrepado durante años sobre la posible causa del fenómeno, recientemente algunos han propuesto como razón más probable de su ocurrencia el inicio de un fuego no-espontáneo con efecto mecha.
Nicolle Millet
Aunque existen historias anteriores, el primer caso de muerte atribuida a la combustión humana espontánea con fecha conocida ocurrió en 1725. El caso fue recogido por el francés Jonas Dupont en el libro De Incendiis Corporis Humani Spontaneis (Sobre el fuego espontáneo en el cuerpo humano). Dupont se inspiró en el caso de un hombre que fue juzgado por el asesinato de su mujer. La víctima, Nicolle Millet, había sido hallada quemada en una silla que permaneció indemne. Durante el juicio, un joven cirujano llamado Nicholas le Cat convenció al jurado de que la muerte de la mujer era un caso de combustión humana espontánea. El acusado fue declarado inocente y el jurado dictaminó que la mujer había muerto «por la visitación de Dios».[3] En Secrets of the Supernatural Joe Nickell afirma que los restos de la señora Millet no fueron encontrados en una silla sin quemar, sino que su cabeza, parte de la columna vertebral y de las extremidades inferiores fueron encontrados quemados en la cocina, donde el suelo se encontraba también quemado. Nickell afima que el marido fue realmente condenado pero que la condena fue revocada posteriormente. Nickell se basa en tres fuentes para su reconstrucción del caso: Elements of Medical Jurisprudence (1835) de G. H. Lewes; Spontanteous Combustion de la Blackwood's Edinburgh Magazine, nº89; y Principals and Practice of Medical Jurisprudence (1883) de T. Stevenson.
Cornelia Zangari di Bandi, Condesa de Cesena
Este caso es famoso por haberlo citado el novelista Charles Dickens en el prefacio de su novela Bleak House. La condesa, de 62 años de edad, murió en algún momento anterior a 1731. La condesa había estado bien todo el día, pero durante la cena se encontraba «embotada y con pesadez». La doncella la acompañó a su habitación y, al día siguiente, al no levantarse a la hora habitual, fue a despertarla y encontró los restos de la condesa. Según el relato, la habitación se encontraba llena de hollín. El cuerpo de la condesa había sido reducido a un montón de cenizas que se encontraba a poco más de un metro de la cama, aunque sus piernas y parte de su cabeza se encontraban relativamente intactas. La cama y el resto del mobiliario no habían sido afectados por el fuego, pero estaban cubiertas por una capa grasienta y maloliente. En el suelo se encontró una lámpara de aceite cubierta de cenizas, pero sin aceite. La forma en la que se encontraron las sábanas parecía indicar que la condesa se había levantado en algún momento de la noche.
Mary Reeser
Este caso reavivó el interés popular por la combustión espontánea, que había decaído a lo largo del siglo XIX y primera mitad del XX. Mary Reeser era una viuda de 67 años con problemas de sobrepeso, residente en St. Petersburg, Florida. La última vez que se la vio con vida fue el 1 de julio de 1951, cuando su hijo y su casera, Pansy Carpenter, estuvieron con ella por la tarde. Ese día, a las 5 de la madrugada, la señora Carpenter se despertó por un olor a quemado pero, pensando que se trataba de una bomba de agua que se había recalentado, la apagó y volvió a la cama. Por la mañana, recibió un telegrama dirigido a la señora Reeser. Cuando fue a entregárselo, notó que el picaporte estaba caliente, por lo que, alarmada, fue a pedir ayuda. Junto con dos pintores que estaban trabajando cerca, consiguió entrar. El rincón donde se encontraba la silla donde habían dejado la tarde anterior a Mary Reeser se encontraba seriamente quemado. Los más de 75kg de peso de la señora Reeser se habían reducido a cenizas, y sólo su pie izquierdo era identificable. También se encontraron su hígado, algunas vértebras y su cráneo, reducido al tamaño de una pelota de béisbol. Todo el apartamento mostraba daños por calor por encima de los 1,2m de altura. Las paredes estaban cubiertas con un hollín grasiento, un espejo se había roto y varios objetos de plástico se habían fundido. Por debajo de esa altura, la única evidencia de fuego era una pequeña zona circular quemada donde había estado Mary Reeser. Un reloj de pared también fue afectado por el calor y se paró a las 4:20 de la madrugada.[4] El hijo de la señora Reeser declaró que, cuando dejó a su madre, se encontraba fumando un cigarrillo y se había tomado dos cápsulas de Seconal (un barbitúrico). El informe de la policía concluyó que Mary Reeser se había quedado dormida con un cigarro encendido, que éste prendió su bata y el cuerpo se consumió por la combustión de sus tejido grasos.
John Irving Bentley
El Dr. John Bentley era un cirujano retirado de 92 años. El 4 de diciembre de 1966 unos amigos estuvieron de visita en su casa y se fueron alrededor de las 9 de la noche. A la mañana siguiente, Gosnell, un empleado de la compañía eléctrica fue a revisar el contador del Dr. Bentley. Dado que Bentely tenía problemas de movilidad y sólo podía andar con su andador, Gosnell tenía permiso de éste para entrar en el sótano siempre que fuera necesario. Cuando bajó al sótano, Gosnell notó un extraño olor y un hollín azulado, por lo que subió al piso a investigar. El dormitorio estaba lleno de humo, y en el cuarto de baño encontró los restos de John Bentley. Lo único que quedaba de él era un montón de cenizas y su pie derecho. Cerca de los restos estaba su andador, con los mangos de plástico todavía intactos. Al parecer, el Dr. Bentley era un fumador empedernido y bastante descuidado de pipa. En su armario se encontró ropa con quemaduras de tabaco.
Uno de los principales argumentos utilizados por los defensores de una causa paranormal de la combustión humana espontánea es que el cuerpo humano está compuesto principalmente por agua, por lo que no arde muy bien. Sin embargo, en muchos casos de combustión espontánea, los cuerpos de las víctimas fueron reducidos a cenizas. Para llegar el cuerpo a tal estado se necesitan temperaturas de más de 1.700°C.[cita requerida] Incluso en los modernos crematorios, que trabajan con temperaturas de 870-980 °C, los huesos no se consumen completamente y tienen que ser molidos.
El mayor problema que apacerece al estudiar las alegaciones de combustión espontánea es la falta de datos. En la mayoría de los casos no se cuenta con datos forenses o investigaciones detalladas y, en muchos casos se carece de información tan básica como el nombre de la víctima o la fecha del suceso. En los casos en los que se cuenta con descripciones detalladas y fiables aparecen una serie de elementos comunes:
1.El fuego suele estar localizado en el cuerpo de la víctima. Los muebles y electrodomésticos cercanos a la víctima suelen quedar intactos. Los alrededores de la víctima sufren poco o ningún daño.
2.La zona alrededor de la víctima y, a veces el resto de la habitación, se encuentra cubierta de un hollín grasiento.
3.El cuerpo de la víctima suele quedar mucho más quemado que en un incendio convencional. Las quemaduras, sin embargo, no se distribuyen uniformemente por todo el cuerpo. El torso suele quedar muy gravemente dañado, a veces reducido a cenizas, pero las extremidades de las víctimas a veces quedan intactas o poco dañadas.
4.Todos los casos ocurren en el interior de edificios.
5.Casi siempre las víctimas tienen algún problema de movilidad (invalidez, sobrepeso...) o se encuentran incapacitadas (consumo de alcohol, barbitúricos...).
6.En todos los escenarios hay alguna posible fuente externa de ignición.
7.Nunca hay testigos oculares del momento del suceso.
8.Las víctimas son encontradas un largo tiempo después de ser vistas con vida por última vez (típicamente más de 6 horas).[5]
9.Las victimas, en los casos citados, tienden a ser adultos mayores.
Las explicaciones racionales de estos sucesos se engloban en dos categorías básicas: crímenes y efecto mecha.
No es extraño que un criminal intente quemar a su víctima con la intención de encubrir el asesinato. Así, por ejemplo, en el caso de Nicolle Millet, su marido fue detenido y condenado en primera instancia. Al parecer, la policía sospechó inmediatemente de él al saber que mantenía una relación amorosa con una criada. Además, parte del cuerpo se encontró en la cocina, donde parte del suelo también había sido quemado.[4]
El caso de la condesa von Görlitz también se engloba en esta categoría. En 1847, el conde Gorlitz llegó a casa (vivía en la región de Darmstadt) y no pudo encontrar a su esposa. Cuando se forzó la puerta de su habitación privada se halló su cuerpo parcialmente incinerado. La habitación había sufrido daños por el fuego y estaba desordenada, con una puerta y las ventanas rotas. También se halló que el escritorio se había quemado y su espejo se había roto. Las velas de la habitación también se habían fundido. Surgió la cuestión de si esta muerte (en una habitación aparentemente cerrada) había sido provocada por la combustión espontánea.
Tres años después un hombre llamado Stauff, antiguo sirviente de la condesa, fue acusado de su asesinato. Fue arrestado, juzgado y condenado. Stauff confesó que había ido a la habitación de la condesa y que al ver joyas y dinero allí sintió tentaciones. La condesa regresó inesperadamente y le sorprendió con las manos en la masa. En la subsiguiente pelea, Stauff la estranguló. Para encubrir su crimen, amontonó objetos combustibles sobre el escritorio y les prendió fuego. Su intención fue destruir toda la habitación.[
Los defensores de la existencia del fenómeno, han discrepado durante años sobre la posible causa del fenómeno, recientemente algunos han propuesto como razón más probable de su ocurrencia el inicio de un fuego no-espontáneo con efecto mecha.
Nicolle Millet
Aunque existen historias anteriores, el primer caso de muerte atribuida a la combustión humana espontánea con fecha conocida ocurrió en 1725. El caso fue recogido por el francés Jonas Dupont en el libro De Incendiis Corporis Humani Spontaneis (Sobre el fuego espontáneo en el cuerpo humano). Dupont se inspiró en el caso de un hombre que fue juzgado por el asesinato de su mujer. La víctima, Nicolle Millet, había sido hallada quemada en una silla que permaneció indemne. Durante el juicio, un joven cirujano llamado Nicholas le Cat convenció al jurado de que la muerte de la mujer era un caso de combustión humana espontánea. El acusado fue declarado inocente y el jurado dictaminó que la mujer había muerto «por la visitación de Dios».[3] En Secrets of the Supernatural Joe Nickell afirma que los restos de la señora Millet no fueron encontrados en una silla sin quemar, sino que su cabeza, parte de la columna vertebral y de las extremidades inferiores fueron encontrados quemados en la cocina, donde el suelo se encontraba también quemado. Nickell afima que el marido fue realmente condenado pero que la condena fue revocada posteriormente. Nickell se basa en tres fuentes para su reconstrucción del caso: Elements of Medical Jurisprudence (1835) de G. H. Lewes; Spontanteous Combustion de la Blackwood's Edinburgh Magazine, nº89; y Principals and Practice of Medical Jurisprudence (1883) de T. Stevenson.
Cornelia Zangari di Bandi, Condesa de Cesena
Este caso es famoso por haberlo citado el novelista Charles Dickens en el prefacio de su novela Bleak House. La condesa, de 62 años de edad, murió en algún momento anterior a 1731. La condesa había estado bien todo el día, pero durante la cena se encontraba «embotada y con pesadez». La doncella la acompañó a su habitación y, al día siguiente, al no levantarse a la hora habitual, fue a despertarla y encontró los restos de la condesa. Según el relato, la habitación se encontraba llena de hollín. El cuerpo de la condesa había sido reducido a un montón de cenizas que se encontraba a poco más de un metro de la cama, aunque sus piernas y parte de su cabeza se encontraban relativamente intactas. La cama y el resto del mobiliario no habían sido afectados por el fuego, pero estaban cubiertas por una capa grasienta y maloliente. En el suelo se encontró una lámpara de aceite cubierta de cenizas, pero sin aceite. La forma en la que se encontraron las sábanas parecía indicar que la condesa se había levantado en algún momento de la noche.
Mary Reeser
Este caso reavivó el interés popular por la combustión espontánea, que había decaído a lo largo del siglo XIX y primera mitad del XX. Mary Reeser era una viuda de 67 años con problemas de sobrepeso, residente en St. Petersburg, Florida. La última vez que se la vio con vida fue el 1 de julio de 1951, cuando su hijo y su casera, Pansy Carpenter, estuvieron con ella por la tarde. Ese día, a las 5 de la madrugada, la señora Carpenter se despertó por un olor a quemado pero, pensando que se trataba de una bomba de agua que se había recalentado, la apagó y volvió a la cama. Por la mañana, recibió un telegrama dirigido a la señora Reeser. Cuando fue a entregárselo, notó que el picaporte estaba caliente, por lo que, alarmada, fue a pedir ayuda. Junto con dos pintores que estaban trabajando cerca, consiguió entrar. El rincón donde se encontraba la silla donde habían dejado la tarde anterior a Mary Reeser se encontraba seriamente quemado. Los más de 75kg de peso de la señora Reeser se habían reducido a cenizas, y sólo su pie izquierdo era identificable. También se encontraron su hígado, algunas vértebras y su cráneo, reducido al tamaño de una pelota de béisbol. Todo el apartamento mostraba daños por calor por encima de los 1,2m de altura. Las paredes estaban cubiertas con un hollín grasiento, un espejo se había roto y varios objetos de plástico se habían fundido. Por debajo de esa altura, la única evidencia de fuego era una pequeña zona circular quemada donde había estado Mary Reeser. Un reloj de pared también fue afectado por el calor y se paró a las 4:20 de la madrugada.[4] El hijo de la señora Reeser declaró que, cuando dejó a su madre, se encontraba fumando un cigarrillo y se había tomado dos cápsulas de Seconal (un barbitúrico). El informe de la policía concluyó que Mary Reeser se había quedado dormida con un cigarro encendido, que éste prendió su bata y el cuerpo se consumió por la combustión de sus tejido grasos.
John Irving Bentley
El Dr. John Bentley era un cirujano retirado de 92 años. El 4 de diciembre de 1966 unos amigos estuvieron de visita en su casa y se fueron alrededor de las 9 de la noche. A la mañana siguiente, Gosnell, un empleado de la compañía eléctrica fue a revisar el contador del Dr. Bentley. Dado que Bentely tenía problemas de movilidad y sólo podía andar con su andador, Gosnell tenía permiso de éste para entrar en el sótano siempre que fuera necesario. Cuando bajó al sótano, Gosnell notó un extraño olor y un hollín azulado, por lo que subió al piso a investigar. El dormitorio estaba lleno de humo, y en el cuarto de baño encontró los restos de John Bentley. Lo único que quedaba de él era un montón de cenizas y su pie derecho. Cerca de los restos estaba su andador, con los mangos de plástico todavía intactos. Al parecer, el Dr. Bentley era un fumador empedernido y bastante descuidado de pipa. En su armario se encontró ropa con quemaduras de tabaco.
Uno de los principales argumentos utilizados por los defensores de una causa paranormal de la combustión humana espontánea es que el cuerpo humano está compuesto principalmente por agua, por lo que no arde muy bien. Sin embargo, en muchos casos de combustión espontánea, los cuerpos de las víctimas fueron reducidos a cenizas. Para llegar el cuerpo a tal estado se necesitan temperaturas de más de 1.700°C.[cita requerida] Incluso en los modernos crematorios, que trabajan con temperaturas de 870-980 °C, los huesos no se consumen completamente y tienen que ser molidos.
El mayor problema que apacerece al estudiar las alegaciones de combustión espontánea es la falta de datos. En la mayoría de los casos no se cuenta con datos forenses o investigaciones detalladas y, en muchos casos se carece de información tan básica como el nombre de la víctima o la fecha del suceso. En los casos en los que se cuenta con descripciones detalladas y fiables aparecen una serie de elementos comunes:
1.El fuego suele estar localizado en el cuerpo de la víctima. Los muebles y electrodomésticos cercanos a la víctima suelen quedar intactos. Los alrededores de la víctima sufren poco o ningún daño.
2.La zona alrededor de la víctima y, a veces el resto de la habitación, se encuentra cubierta de un hollín grasiento.
3.El cuerpo de la víctima suele quedar mucho más quemado que en un incendio convencional. Las quemaduras, sin embargo, no se distribuyen uniformemente por todo el cuerpo. El torso suele quedar muy gravemente dañado, a veces reducido a cenizas, pero las extremidades de las víctimas a veces quedan intactas o poco dañadas.
4.Todos los casos ocurren en el interior de edificios.
5.Casi siempre las víctimas tienen algún problema de movilidad (invalidez, sobrepeso...) o se encuentran incapacitadas (consumo de alcohol, barbitúricos...).
6.En todos los escenarios hay alguna posible fuente externa de ignición.
7.Nunca hay testigos oculares del momento del suceso.
8.Las víctimas son encontradas un largo tiempo después de ser vistas con vida por última vez (típicamente más de 6 horas).[5]
9.Las victimas, en los casos citados, tienden a ser adultos mayores.
Las explicaciones racionales de estos sucesos se engloban en dos categorías básicas: crímenes y efecto mecha.
No es extraño que un criminal intente quemar a su víctima con la intención de encubrir el asesinato. Así, por ejemplo, en el caso de Nicolle Millet, su marido fue detenido y condenado en primera instancia. Al parecer, la policía sospechó inmediatemente de él al saber que mantenía una relación amorosa con una criada. Además, parte del cuerpo se encontró en la cocina, donde parte del suelo también había sido quemado.[4]
El caso de la condesa von Görlitz también se engloba en esta categoría. En 1847, el conde Gorlitz llegó a casa (vivía en la región de Darmstadt) y no pudo encontrar a su esposa. Cuando se forzó la puerta de su habitación privada se halló su cuerpo parcialmente incinerado. La habitación había sufrido daños por el fuego y estaba desordenada, con una puerta y las ventanas rotas. También se halló que el escritorio se había quemado y su espejo se había roto. Las velas de la habitación también se habían fundido. Surgió la cuestión de si esta muerte (en una habitación aparentemente cerrada) había sido provocada por la combustión espontánea.
Tres años después un hombre llamado Stauff, antiguo sirviente de la condesa, fue acusado de su asesinato. Fue arrestado, juzgado y condenado. Stauff confesó que había ido a la habitación de la condesa y que al ver joyas y dinero allí sintió tentaciones. La condesa regresó inesperadamente y le sorprendió con las manos en la masa. En la subsiguiente pelea, Stauff la estranguló. Para encubrir su crimen, amontonó objetos combustibles sobre el escritorio y les prendió fuego. Su intención fue destruir toda la habitación.[
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