sábado, 5 de abril de 2014

Un Jack el Destripador con cráneo de neandertal...EL SACAMANTECAS


Constancio Bernaldo de Quirós, el regeneracionista al que se reconoce como padre de la criminalística española junto a Giner de los Ríos, lo describió muy gráficamente en el informe forense que acompañó a la sentencia judicial que condenaba al “sacamantecas” a morir en el garrote vil: “su cráneo, su frente parece la de un neandertal. Mandíbulas prominentes. Es un macho brutal, un monstruo. Su rostro está lleno de asimetrías. Un enigma de la moderna antropología. Y en los crímenes algo extraño le ha obligado a actuar. El dice que ha sido el demonio”.
Pero no fue el único destacado estudioso del crimen del último tercio del siglo XIX que se interesó por este caso. Ramón Apráiz, el más afamado médico vasco del momento reunió un equipo de once forenses de entre todas las eminencias europeas –franceses, belgas, alemanes,..- para estudiar los componentes psicológicos de sus crímenes. Concluyeron, por unanimidad, que era consciente de sus actos y que no padecía ninguna enajenación mental.

Los alguaciles que realizaron la investigación, dirigidos por Pío Fernández de Pinedo, lograron reconstruir seis asesinatos y cuatro tentativas frustradas cometidos por Juan Díaz de Garayo Ruiz de Argandoña, conocido por sus vecinos como “el zurrumbón”, mote heredado de su primeras esposa, y que ha pasado a la historia como el “sacamantecas”.
Sus padres, Nicolás Díaz de Garayo y Norberta Ruiz de Argandeña, unos campesinos de pocos recursos y con un serio problema de alcoholismo, intentaron colocar a sus hijos al servicio de propietarios y artesanos de la zona próxima a Eguilaz, el pequeño pueblo alavés en el que vivían. Juan pasó por varias fincas hasta que, ya cercano a los quince años, se colocó como criado al servicio de un herrero con taller propio en Alegría. Sus informes fueron siempre buenos y gracias a ellos se colocó como encargado en la casa y explotación de una viuda joven, apodada “la zurrumbona” con la que acabó casándose. Era el año 1850 y a sus 29 años empezó a formar una familia. Tuvo cinco hijos, de los que dos murieron a edad muy temprana, los otros tres, una chica y dos chicos, vivieron en un ambiente familiar sereno, aunque marcado por la austeridad de la madre que manejaba el dinero con cautela.


En las varias biografías que existen sobre el  “sacamantecas” se refleja esta época como la más tranquila de su vida. Pero en 1963 murió repentinamente “la zurrumbona” por causas naturales. Juan Díaz decidió casarse nuevamente para que una mujer se hiciera cargo de la casa y de la educación de sus hijos, pero su segunda esposa falleció siete años después del matrimonio. No sin antes conseguir enfrentarse a los tres hijos adolescentes escaparan de la casa ante los continuos enfrentamientos con su madrastra.

Tras la muerte de su segunda esposa, causada por la viruela, volvió a casarse con una mujer que padecía un fuerte alcoholismo y que falleció una noche, por causas naturales, asistida por el médico local. El “sacamantecas” no sabía estar solo, según afirmó en el interrogatorio del juicio, y volvió a casarse, ya con 55 años, con una viuda mayor que él, Juana Ibisate, con la que seguía casado cuando fue detenido y ejecutado. 

El primer asesino en serie de la historia de España

Fue durante los últimos años de su segundo matrimonio cuando empezó a cometer sus brutales asesinatos el que está considerado como el primer asesino en serie de la historia de España.
Su modus operandi siempre coincidía. Se acercaba a mujeres –o niñas- a las que ofrecía mantener relaciones sexuales. Cuando estas se negaban las violaba, luego las estrangulaba y mutilaba sus cuerpos llegando a derramar sus vísceras.
Su primera víctima fue una prostituta de Vitoria a la que regateó el precio. Como ella rechazó prestar sus servicios por menos de cinco reales, él la forzó y la estranguló arrojándola después al río Errekatxiki, donde su cadáver sería encontrado al día siguiente. Era el 2 de abril de 1870.
El segundo asesinato que lograron recomponer los alguaciles dirigidos por Fernández de Pinedo, fue cometido el 12 de marzo de 1871. La víctima fue una viuda empobrecida a la que Juan convenció para mantener relaciones a cambio de dinero. Al no ponerse de acuerdo con la cantidad, la estranguló y abandono su cuerpo en las afueras de Vitoria. Los investigadores relacionaron los dos casos, pero la falta de pruebas impidió que se resolvieran.
En agosto del año siguiente, la brutalidad de la actuación del “sacamantecas” aumentó al fijar como objetivo una niña de tan sólo trece años a la que violó, asesinó y mutiló. Por aquel entonces, la fama del criminal ya se extendía por toda la provincia y, llegada a una hora de la tarde, era difícil ver a mujeres solas caminando por la calle.


Solamente tres semanas después del asesinato de la niña, vuelve a cometer otro crimen, esta vez reproduciendo el primero que realizó. Eligió a una prostituta joven a la que ofreció poco dinero. Como ella se negó, la violó y, tras asfixiarla abrió su vientre y sacó parte de sus vísceras. 


Durante los siete años siguientes pareció que el criminal había desaparecido, pero volvió con energías renovadas los días 7 y 8 de septiembre de 1879. Primero asesinó a una joven de 25 años, después a una mujer de 52. El patrón criminal fue idéntico al de las ocasiones anteriores, incluidas las mutilaciones en el cuerpo de sus víctimas.

¿Era el “sacamantecas” un asesino a sueldo?

En los años posteriores a su condena se hizo popular una versión que en ningún caso se refleja en la sentencia judicial. Eran los años en los que la tuberculosis hacían estragos en España. El propio rey Alfonso XII murió como consecuencia de la tisis. Las curanderas, sobre todo en las zonas rurales del norte, hicieron correr un bulo de que existía la posibilidad de curar esa dolencia, casi convertida en epidemia en la España de la segunda mitad del XIX, con un ungüento realizado a base de grasa corporal humana.
Llegó a decirse que este criminal trabajaba a sueldo de algunas personas económicamente pudientes y sin escrúpulos que le contrataban para obtener “manteca humana” con la que fabricar el potingue con el que sanar a sus familiares.
Hasta tal punto se reprodujo esta versión entre los medios más socialmente concienciados, eran los años de la llegada del socialismo y el anarquismo a España, que las autoridades tuvieron que hacer públicos informes forenses que desmentían esa versión

Captura, juicio y ejecución

La captura del “sacamantecas” fue casual. Entraba andando a un pueblo. Su aspecto había empeorado mucho y su ropa estaba sucia. La imagen era la de un monstruo. Una niña de cinco años que jugaba en la calle, al verle, se asustó y empezó a gritar: “¡El sacamantecas, es el sacamantecas!”. Los vecinos pensaron que Juan Díaz de Garayo había intentado abusar de ella. Entre varios hombres lo redujeron y los condujeron al cuartel de la Guardia Civil. Allí se le interrogó, y ante la sorpresa de los agentes, tras realizarse las primeras preguntas de rigor para la filiación, se vino abajo y lo confesó todo.
El juicio se celebró durante el mes de abril de 1981. Fue muy rápido, a pesar de la cantidad de periciales que se practicaron, muchas más de las normales por aquellos tiempos. Los diez médicos forenses que le investigaron consideraron que era consciente de sus actos. El criminólogo Bernaldo de Quirós también apoyó la condena.



Un mes después, el más reputado verdugo de la época, que prestaba sus servicios como titular de su plaza en Burgos, llegaba a Vitoria. Era Gregorio Mayoral Sandino. El 11 de mayo, a las ocho de la mañana, giró el torno del garrote vil en el que había sido ajustado el “sacamantecas”. Mayoral hizo honor a su fama y el primer giro rompió las vértebras del criminal que terminó sus días muriendo por asfixia.


Así, dieciocho años antes de que Jack “el destripador” saltara a la fama por sus crímenes en el distrito londinense de Whitechapel, en España ya habíaN condenado a su particular y macabro criminal. Con la diferencia de que la justicia española logró poner fin a sus desmanes y se pudo poner rostro a tan siniestro personaje, mientras que Scotland Yard sigue con el caso sin resolver...hundido en el misterio...

LA MISTERIOSA MOMIA EGIPCIA...QUE NO LO ERA...


La supuesta momia egipcia del Museo Darder de Banyoles no es tal. Es decir, no es egipcia, ni siquiera antigua. Tiene solo unos doscientos años y es de un individuo masculino de rasgos caucásicos, según ha revelado un estudio forense presentado esta mañana en el propio museo.

Que la momia egipcia de Banyoles era un fraude y tenía de egipcia lo que usted o yo era algo sabido desde hace años por los especialistas y oficialmente desde que en 2001 se publicó un pormenorizado estudio de todas las momias egipcias residentes en Cataluña, Baleares y Perpiñán, a cargo de un grupo de notables cazadores de momias entre los que figuraban restauradores, museólogos, paleopatólogos y egiptólogos (Eduard Porta, Josep Maria Xarrié, Llorenç Baqués, Domènec Campillo y Josep Padró). Ya entonces quedó claro que la momia adquirida por el inefable doctor Darder (comprador del polémico Negro de Banyoles) era falsa de solemnidad, que había sido confeccionada en tiempos modernos y consistía en un simple esqueleto unido con alambre y vendado.




El nuevo estudio, a cargo de un grupo de profesionales encabezados por el forense Narcís Bardalet -que ya lideró el análisis del africano disecado del Museo Darder-, destaca que no hay indicios de muerte violenta en el hombre momificado. Los expertos han señalado que la confección de la presunta momia egipcia se realizó en una época de gran comercio de antigüedades faraónicas que hacía muy rentable una falsificación.
Bardalet ha indicado que el cerebro no se extrajo del cráneo a la manera habitual en el embalsamamiento egipcio –rompiendo el etmoides y sacándolo por la cavidad nasal- sino a través del agujero magnum, donde se une el cráneo con la columna vertebral. Los brazos fueron fracturados, lo que se interpreta como una manera de aparentar la posición tradicional de una momia egipcia. Los estudios están a la espera de financiación para avanzar en sus pesquisas sobre el cuerpo momificado.


El Museo Darder cuenta con tres momias: la egipcia que no lo es, una peruana y otra mexicana, que también resultó no serlo. El Negro de Banyoles, que fue devuelto a Botsuana para su entierro, era un hombre disecado y no momificado....