Corría el 20 de julio de 1944 cuando, en la conocida como «Guarida del lobo» (uno de los cuarteles generales de Führer ubicado en Prusia) y durante una reunión de suma importancia, una bomba estallaba a los pies de Adolf Hitler. Sin embargo, la endiablada suerte del dictador hizo que no sufriera más que unos rasguños. La operación «Valkiria», uno de los intentos de acabar con la Segunda Guerra Mundial asesinando a su instigador, había fallado. Con todo, y a pesar del fracaso, hoy Angela Merkel ha querido recordar en un acto público a los héroes que, aquel día, trataron de combatir al nazismo desde el interior.
«No hay obediencia incondicional, sino que cada uno actuar de acuerdo con su conciencia», estas han sido las palabras que la canciller alemana ha pronunciado en honor del que fue el cabecilla del golpe, el coronel del Estado MayorClaus Schenk von Stauffenberg. Éste oficial alemán, antiguo seguidor de Hitler, se encontraba en aquellos momentos hastiado por todo el daño que la Segunda Guerra Mundial estaba haciendo a su país. Por ello, no lo dudó y organizó una operación para acabar con el dictador.
Concretamente, von Stauffenberg aprovechó que aquel día Hitler iba a dar una conferencia en el búnker subterráneo de la «Guarida del Lobo» (en la que iba a tratar el estado de sus tropas y el devenir de la contienda) para organizar un plan sencillo pero efectivo. Sin levantar sospechas, se adentraría en el edificio como un asistente más, se acercaría lo más posible al líder nazi y, posteriormente, le dejaría a sus pies un «regalito» antes de marcharse: dos artefactos explosivos que acabarían con su vida. A su vez, las gruesas paredes del lugar agravarían la onda expansiva y asesinarían a todo los seguidores de la esvástica que se hallaran por allí cerca.
Sin embargo, la mala suerte quiso que aquel día Hitler trasladara la reunión a una sala ubicada en la superficie. Mala noticia para von Stauffenberg, que sabía que sus explosivos no tendrían el mismo efecto. Con todo, no detuvo el plan y, como estaba previsto, este militar se presentó puntualmente a su cita con el destino. A pesar de su odio secreto al Führer, todos le conocían y nadie dudaba de su compromiso con el partido (y no era para menos, pues había perdido el ojo derecho, dos dedos de la mano izquierda y una buena parte de su brazo derecho durante un ataque aliado en África. Por ello, ninguno de los presentes podía imaginarse lo que planeaba.
Antes de comenzar la reunión, von Stauffenberg se excusó y acudió a una sala privada en la que pretendía preparar los explosivos. Sin embargo, finalmente sólo pudo disponer uno, pues fue interrumpido por un compañero que le informó de que le esperaban en la sala para comenzar la reunión. El segundo revés a la operación había llegado, pero nada iba a detener a este golpista. Así pues, cuando entró en el salón, se sentó a menos de un metro de Hitler y ubicó bajo la mesa su maleta «sorpresa». Al poco, salió del complejo afirmando quetenía que atender una llamada telefónica, aunque lo que pretendía era huir del lugar y viajar a Berlín para, después de la muerte del dictador, organizar el nuevo estado alemán.
Instantes después, una explosión retumbó mientras von Stauffenberg se alejaba pensando que el plan se había cumplido a la perfección. Craso error. Y es que, la fortuna quiso que la mesa bajo la que estaba la bomba hiciera las veces de escudo para Hitler, que únicamente tuvo que lamentar algunas heridas y quemaduras. A pesar de que la estancia fue reducida a cenizas y habían muerto varias soldados, el Führer se había salvado. Ese mismo día, el líder golpista y sus seguidores fueron detenidos y fusilados. La operación «Valkiria» había fracasado.
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