lunes, 2 de junio de 2014

Nietzsche, el científico oculto..


Filosofía, ciencia y arte. Tres universos que animan la vida y que conmovieron la existencia de aquel filósofo alemán que ejerció influencia en lectores de todas las latitudes y épocas y generó fascinación en otros pensadores clave del siglo XX como Michel Foucault y Gilles Deleuze. Friedrich Nietzche no sólo dedicó su pensamiento a la muerte de Dios y al superhombre, también fue un intérprete y un analista de la ciencia y trató de que la epistemología se convirtiera en un “canto a la vida”. Por este papel principal que ha tenido en la historias de las ideas en todo el mundo, se realizó recientemente el III Congreso Internacional de Epistemología y Metodología con el nombre, claro, de “Nietzsche y la ciencia”. Fue organizado por la Universidad Nacional de Lanús y concretado en la Biblioteca Nacional en mayo bajo la dirección de la doctora en Filosofía Esther Díaz.
La trascendencia del encuentro se demostró con el desarrollo de dos ejes: una “unión fecunda pero aparentemente imposible” –en palabras de los organizadores– de Nietzsche con la epistemología por un lado, y la unión no solo teórica sino también práctica de la filosofía con la ciencia y el arte, por otro.
En su disertación –titulada “Nietzsche y la irrupción de epistemologías vitales”, Esther Díaz expresaba: “El modo de pensar la ciencia de Nietzsche es inconmensurable con la epistemología en boga y con una de sus funciones, la metodología aplicada como receta. La ciencia, en Nietzsche, es reafirmación de la jovialidad. Deben soplar vientos hostiles a la vida para concebir la epistemología como formalidad lógica. No se debería perder de vista que la ciencia no es solo conocimiento, es vida, política, arte, práctica social. Nada de esto está reñido con el rigor ni la disciplina. No es necesario ser solemne para ser fecundo y sí es necesario ser visceral para pensar. He aquí a Nietzsche.” Precisamente esta idea de vitalidad de la ciencia fue la que emergió durante el encuentro cuando se debatía sobre “epistemologías del sur”, metodología, arte, política, temas de género, ciencia y educación con presencia alumnos, docentes, artistas y público en general que sumaron aproximadamente 250 personas. Se destacó la presencia del invitado de la Universidad Federal de Río de Janeiro, Miguel Ángel de Barrenechea), entre otros.
Humano, demasiado humano
En esta cita académica se retomaron problemáticas ya trabajadas en los anteriores I y II Congreso y se amplió la propuesta abriendo la posibilidad de reflexionar acerca del vínculo que la filosofía de Friedrich Nietzsche ha mantenido con la ciencia, analizando los llamativos rechazos que ha producido en una parte importante de la comunidad filosófica y científica en general las propuestas cruciales de la filosofía nietzscheana, fundamentalmente en lo relativo a la crítica de la ciencia moderna en su pleno apogeo y su propuesta de una ciencia integrada aquello que se entiende como “praxis vital”. Por otra parte –y esto es fundamental para repensar la filosofía como reflexion que puede pensar las distintas praxis–, esta propuesta resulta funcional para el proyecto teórico que se basa en el esfuerzo por lograr una epistemología y unas metodologías ampliadas a lo político, social y la cultura en general.
Precisamente en ese camino, Esther Díaz puntualizó en su ponencia el papel del filósofo frente a “esa cosa llamada ciencia”: “El filósofo considera que si poseemos ciencia es justamente porque nos hemos decidido a aceptar el testimonio de los sentidos. Hemos aprendido a aguzarlos y a pensarlos hasta las últimas consecuencias ¿Y las consideraciones puramente teóricas?, se interroga a sí mismo en el libro El crepúsculos de los ídolos . Un aborto al que no se lo puede considerar ciencia, dice Nietzsche. Mera metafísica, teología o ciencia formal, esa teoría de los signos que es la lógica. O esa otra lógica aplicada, la matemática. Formalidades ambas en las que la realidad no aparece ni siquiera como problema”. Así se abrió la discusión, el debate por el papel de la reflexión téorica y sus objetos de estudios.
Pero no solo se habló y debatió sobre arte y ciencia desde la filosofía, sino que también se intercalaron hechos teórico-estéticos como un “Diálogo entre una lectora de Nietzsche y Darwin” (interpretado por una doctora en filosofía y un biólogo, Cristina Ambosini y Manuel Alonso respectivamente); una performance en honor a los 30 años de la muerte de Foucault, en la que se leyó una conferencia donde el filósofo habló en primera persona. Esto ocurrió cuando un Mariano Dorr totalmente caracterizado como Michel Foucault irrumpió y generó un acontecimiento dramático filosófico (Ver revista Ñ del 17 de mayo). Finalmente se ejecutó un concierto electroacústico-performance a cargo de cuatro integrantes del Orpheus Institute , de Gante, Bélgica, titulado “El fragmento en sí mismo”.
Del congreso también participó la doctora Mónica Cragnolini, profesora de la UBA e investigadora del CONICET y experta en Niezsche quien dictó la conferencia principal titulada: “Amamos la vida no por hábito de vivir, sino por hábito de amar. Hacia una ciencia ‘jovial’ del animal”. Respecto de esta inquietud que cruza la filosofía y que es motivo de debate en distintos foros dijo: “Ya en Humano, demasiado humano II , Nietzsche había indicado que se podría estudiar la génesis de la moral desde el modo en que el hombre trata a los animales. Hacer una ‘historia de los animales’ supone entonces rescribir la historia de la moral en términos del sacrificio de la vida, y pensar, también otros modos de vinculación con lo viviente desde la idea nietzscheana de que se ama la vida no por hábito de vivir, sino por hábito de amar”.

El congreso también dispuso de un espacio artístico en el que se proyectaron videos donde un actor alemán leía y cantaba en ese idioma textos de Nietzsche relacionados con la ciencia y con la vida, y otro alemán –en este caso epistemólogo- presentó un trabajo original denominado “epistemología radical”, también se realizó un juego entre proyección de música de Wagner interpretada en violín interactuando con música de Nietzsche interpretada en vivo en piano.
El final del encuentro fue realmente impactante: se fue apagando la música de Nietzsche y el chirrido casi insoportable del ruido de un serrucho inundó la sala. A pesar de todo resonaban las palabras de Esther Díaz: “El universo es fluido y cambiante; el lenguaje, rígido ¿Cómo expresarse entonces sobre la ciencia sin encorsetar sus logros y derivas, sin reducirla a mera estructura lógica, sin convertirla en una especie de museo de herrumbrosas piezas del Antiguo Egipto?” “Aprendiendo a pensar y dejando de mentir”. Responde Nietzsche. Sabias y científicas palabras.
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