viernes, 6 de junio de 2014

EL DÍA "D" QUE PUDO SER TRAGEDIA...

Cuando en la madrugada del 6 de junio de 1944 los 20.000 paracaidistas aliados lanzados la noche anterior consiguieron colocarse detrás de la primera línea defensiva nazi, con el objetivo de asegurar las vías de comunicación, impedir la llegada de refuerzos alemanes y provocar sabotajes, el general Eisenhower ya tenía preparado un breve discurso para anunciar que la batalla para salvar al mundo había fracasado. Era el «mea culpa» ante las más que probable posibilidad de que la mayor operación de invasión por mar de la historia –con la movilización de 175.000 soldados, 50.000 vehículos, más de 5.000 buques y 15.000 aviones en apenas 24 horas– hubiera acabado en desastre..

Una operación que había costado a los aliados dos largos años de minuciosas y secretas preparaciones. Dos años de nervios, tensiones e incertidumbres, de ingenio, esfuerzo, experimentación, confidencialidad y planes de engaño de amplio alcance, en el que estuvieron involucrados decenas de miles de hombres y mujeres de las profesiones más variopintas: obreros industriales, ingenieros, constructores, técnicos, espías, militares, funcionarios, profesores, miembros de la resistencia en la clandestinidad o inventores, entre otros. A estos había que sumar la participación de un centenar de empresas y organizaciones especiales, que proveyeron todo el equipamiento necesario.

Un dispositivo sin precedentes en la historia militar en el que el más mínimo fallo de coordinación habría significado una derrota de dimensiones históricas que habrían concedido a Hitler la posibilidad de una victoria final en la Segunda Guerra Mundial. «No estaba convencido de que ese fuera el único modo de ganar la guerra», declaraba un Churchill que, durante la noche del 6 de junio de 1944, estaba convencido de que lo despertarían de madrugada para comunicarle el desastre.

Las dudas en el desembarco

Franklin Delano Roosevelt, que tuvo que superar sus reticencias y las discrepancias mantenidas con Churchill acerca de tamaña operación durante dos años, fue despertado por su esposa Eleanor en la Casa Blanca, a las 3 de la madrugada, con las primeras noticias del desembarco. Ese fantasma del fracaso siempre estuvo presente, a pesar de la energía y el ingenio desplegados en la planificación de la operación «Overlord», como fue bautizada.
Durante los meses precedentes se había librado un largo y tenso debate sobre si aquel desembarco era el mejor modo de acabar con el dominio nazi en Europa. El mismo Churchill tenía serias dudas, que mantuvo en las primeras y en las últimas fases de la preparación. Incluso después de que hubiese tomado la decisión de emprender un desembarco a través del Canal de la Mancha, el primer ministro británico apostó por otras iniciativas militares que finalmente fueron descartadas.
No era para menos. El fracaso del desembarco habría sido un desastre para la causa aliada, ya que Hitler habría tenido oportunidad de recuperar su influencia. De hecho, disponía de los recursos necesarios para ello: bombas nuevas y misiles de gran fuerza destructiva, con cargas de una tonelada; submarinos de larga distancia que podían haber llegado a la costa oriental de Estados Unidos sin necesidad de repostar, y minas contra las que no existía defensa conocida, cuya fabricación estaba a punto de concluirse (las primeras muestras se emplearon, precisamente, el Día D). Y además, un enorme contingente de aviones, tanques, tropas y armamento –un tercio de las fuerzas de combate de la primera línea alemanas– habría podido hacer frente a la ofensiva oriental soviética, planificada por los aliados como continuación del desembarco normando.

Paul Verlaine, en la guerra

Quienes planificaron la operación –los generales George C. Marshallsir Allan Brooke, cabezas visibles de las organizaciones militares de Estados Unidos y Gran Bretaña, respectivamente; y los comandantes en jefe de ambos ejércitos, Bernard Montgomery y Eisenhower– contaron con una gran ventaja obtenida gracias al ingenio: confundieron al mando alemán haciéndole creer que el desembarco se realizaría en Pas de Calais, mediante multitud de maniobras de contraespionaje y lanzando papeles de aluminio al este de donde se iba a realizar realmente, para confundir a los radares nazis.

Pero no fue así. El 5 de junio, la BBC retransmitió el segundo verso de un poema dePaul Verlaine: «Los largos sollozos de los violines del otoño / hieren mi corazón con una monótona languidez». Era la señal. La tormenta aliada estaba preparada para lanzarse sobre los 70.000 soldados alemanes que aguardaban cerca de las costas francesas. Los ciudadanos de los pueblos normandos de Sante Mère Eglise Sante Marie du Montabrazaron con esperanza y temor la lluvia de los 20.000 paracaidistas durante la noche anterior. Pero ya no había marcha atrás.
«Las primeras tropas de asalto han desembarcado a las 7.50», podía leerse en la nota de la paloma mensajera que al día siguiente un corresponsal de Reuters envió desde Francia a Gran Bretaña. Los soldados, procedentes de diversas localidades costeras británicas, tocaron las orillas de cinco playas distintas, cuyos códigos respondían a los nombres de UtahOmahaGoldJuno y Sword. El desembarco se realizó en un área de 90 kilómetros de costa, entre Cherburgo Le Havre. Atrás, en Gran Bretaña, esperaban otros tres millones de soldados que irían cruzando el Canal de la Mancha entre el 6 de junio y el 25 de agosto.

Un millón de judíos

Durante el Día D se produjeron más de 11.000 bajas, de las cuales 2.500 fueron muertos. Un cifra inferior a la esperada, pero lo suficientemente grave y con progresos tan acotados, que el Alto Mando aliado llegó a creer que estaban perdiendo la batalla. Pero se equivocaban. El avance en los meses siguientes fue imparable. Europa comenzaba a soñar con la liberación.
Si el desembarco hubiera fracasado, los trenes y cámaras de gas nazis habrían quedado disponibles para la deportación, internamiento y asesinato de un último contingente de judíos europeos que estaban en lista de espera......El número: más de un millón.
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EL ORIGEN DE LA LUNA..

No está claro cómo acabó la Luna ahí, en órbita de la Tierra. Pudo ser una captura, es decir, un cuerpo que pasó cerca de nuestro planeta y la atracción gravitatoria lo convirtió en satélite; tal vez se formaron a la vez en el Sistema Solar primitivo, o quizás es el resultado de una colisión entre la proto-Tierra y otro gigantesco objeto cuyos restos, tras el choque, se agregaron formando la Luna. La última teoría es la más aceptada, explican unos científicos alemanes que han dado precisamente con una prueba que la sostiene. Se trata de los resultados de nuevos análisis que han realizado con rocas que trajeron los astronautas del programa Apollo en las que, concluyen Daniel Herwartz y sus colegas, se distingue la firma química distintiva de algo diferente de la Tierra, que debió ser ese gran objeto coprotagonista del impacto. Aunque no se había encontrado rastro de él, los científicos incluso lo habían bautizado: Theia. “Las diferencias son pequeñas y difíciles de detectar, pero están ahí. Esto significa dos cosas: primero que ahora podemos decir con razonable seguridad que la gigantesca colisión tuvo lugar, y segundo, nos da una idea de la geoquímica de Theia”, explica Herwartz.
El objeto astronómico que habría chocado con la Tierra en formación sería gigantesco, de escala planetaria, a lo mejor tan grande como Marte, y si la Luna se formó al aglutinarse restos de la colisión de hace unos 4.500 millones de años, tendría que ser patente aún la mezcla en su composición, con una proporción de material heredado de Theia que los cálculos de los científicos establecen en torno a un 70%. Los investigadores han buscado esa huella midiendo las proporciones de isótopos de oxígeno, titanio, silicio y otros elementos, porque se sabe que varían en los diferentes cuerpos del Sistema Solar y la mayoría de ellos tiene su composición específica. Sin embargo, no hubo éxito hasta ahora con los análisis, señala la revista Science, de manera que nuestro planeta y su satélite natural parecían prácticamente idénticos a efectos de composición química, lo que no encajaba con los modelos de aquella gigantesca colisión.


Herwartz (Universidad de Göttingen, Alemania) y sus colegas explican en su artículo en Science que empezaron por analizar meteoritos de origen lunar, fragmentos del satélite que llegan a la Tierra, para buscar una huella distintiva en su composición, una pista de Theia. Pero estaban los materiales de los meteoritos están muy alterados ya que con el agua se intercambian isótopos. Entonces pidieron a la NASA muestras de rocas que recogieron en la Luna los astronautas del programa Apollo, en concreto de las misiones 11, 12 y 16, y han aplicado métodos avanzados de análisis ultraprecisos. Así han descubierto en la composición de esas rocas basálticas lunares una proporción específica de determinados isótopos de oxígeno más alta que en las muestras terrestres, lo que “sustenta la hipótesis de la formación de la Luna como consecuencia del gigantesco impacto”, escriben los investigadores.
En la teoría del gran impacto como origen de la Luna se han barajado varias hipótesis para acomodar la hasta ahora uniformidad química entre los dos cuerpos celestes, recuerdan los investigadores. Tal vez los dos grandes objetos que chocaron se habían formado en la misma zona del Sistema Solar y, por tanto, con igual composición química; o se produjo un reequilibrio isotópico tras la colisión que anularía cualquier diferencia entre ellos previa al choque, a lo mejor la diferencia de la Tierra y la Luna resultantes de la colisión no sería tan grande como los modelos indican. Pero la mayoría de estas simulaciones en ordenador sugieren una composición notable entre una y otra tras el choque. Así, la luna estaría compuesta entre un 70%y un 90% por materia de Thiea, con el 10% a 30% restante de material terrestre, aunque hay grandes variaciones en las proyecciones. Los nuevos datos sugieren una mezcla al 50%, pero esto aún tiene que ser confirmado. Si los resultados que se presentan ahora son correctos, “podemos predecir la composición geoquímica e isotópica de la Luna”, señala Herwartz, pero añade que el siguiente paso a dar en la investigación es determinar cuánto material de Theia hay en ella ahora.
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