viernes, 19 de febrero de 2010

EL MISTERIOSO RASPUTIN...



Un “monje diablo” en la corte del zar: vida de Rasputìn
POR FLAVIA TOSCANO

A principios del siglo XX, Rusia ofrecía un panorama desolador; y desolador sobre todo para la inmensa mayoría de la población, constituida por los campesinos o mujiks, quienes vivían en condiciones de extrema pobreza y se veían obligados a emigrar a otras tierras en busca de trabajo en la industria o en la agricultura.
Por su parte, la burguesía, beneficiada con el progreso económico que había experimentado el país en los últimos años, carecía de la representación política de la que gozaban sus pares en Occidente.
Todo ello, sumado a los desastres en el campo de batalla (guerra ruso-japonesa y Primera Guerra Mundial), despertaron el odio del pueblo hacia un régimen cada vez más debilitado y corrupto, y cuyo representante, el zar Nicolás II de la familia Romanov, recibía la marcada influencia de un oscuro personaje proveniente de la lejanas tierras siberianas.
Grigori Yefimovich Novikh, conocido como Rasputìn, nació el 22 de enero de 1869 en Tumèn, Pokròvskoie (Siberia).
De padres campesinos, era en su pueblo muy popular por ciertas visiones que había tenido desde ya temprana edad.
En 1889 se casa con Praskovia Feodorovna Dubrowin, de cuya unión nacen tres hijos: Dimitri, Varvara y María. Sin embargo, a los 33 años abandona a los suyos para retirarse a un monasterio en Werkoturie, donde permanece por tres meses. Allí dentro conoce a miembros de una antigua secta herética, la de los “Clysti” (flagelantes), enviados a ese lugar para ser reformados y restituidos al seno de la Iglesia ortodoxa.
Rasputìn se convertirá con el tiempo en un adepto convicto de esta secta, que postulaba que sólo aquellos que se denigren a través del pecado hacían la verdadera penitencia agradable a los ojos de Dios. Así, los encuentros de los clysti llegaban a convertirse en auténticas orgías a las que el monje siberiano concurría asiduamente y que explican su posterior comportamiento.
Abandonado entonces el monasterio, comenzará para Rasputìn un largo peregrinar que lo llevará hasta Grecia y Tierra Santa, y a partir del cual obtendrá innumerables conocimientos acerca de historia, teosofía, esoterismo, tradiciones y técnicas curativas que le serán después de gran utilidad.
En efecto, cuando llega a San Petersburgo (después llamada Leningrado) en 1903, se hace rápidamente fama de hombre santo y taumaturgo; y su relación con el conocido inspector de la Academia de Teología le abren las puertas a los círculos más encumbrados de la sociedad. Se hará en ellos de numerosos seguidores, especialmente entre las mujeres, a las que atraía merced a su fuerte presencia e hipnótica mirada.
En su libro “Rasputìn y las mujeres”, René Fulop-Miller nos lo describe de esta manera: una hombre “… de elevada estatura, anchas espaldas, cuerpo fornido aunque magro… Cubrían su cabeza grandes guedejas hirsutas de cabellos castaños, partidos al medio en forma desprolija que le llegaban hasta la nuca… destacaba en su rostro la nariz ancha picada de viruelas, y los labios finos y pálidos desaparecían bajo el descuidado bigote de pelos blandos…”. Pero el autor se detiene sobre todo en sus ojos: “…pequeños, claros, de un azul acuoso se asomaban bajo las tupidas cejas, muy juntas la una a la otra, inquietos como si buscasen algo sin cesar; exploraban, examinaban y atravesaban todo lo que estaba a su alcance. Esos ojos tenían sin duda algo que inquietaba y turbaba. Si se posaban un momento en alguien, cobraban una agudeza penetrante cual si fueran capaces de divisar el fondo del alma…” .
No es pues de extrañar que Rasputìn llegara a ejercer un dominio tan grande sobre el zar y la zarina Alejandra, dos personas por demás supersticiosas y muy influenciables. Estos mandan un día a llamarlo para sanar a su único hijo varón, el príncipe Alexis Nikolàyevich, que padecía de hemofilia. Y ante la sorpresa de la pareja imperial, logra detener la hemorragia del niño, sosteniendo algunos que lo hizo mediante hipnosis, disminuyendo así el latido de su corazón y reduciendo la fuerza con que la sangre circulaba por el cuerpo.
De allí en más, la presencia de Rasputìn en la corte de los zares se hace sentir con mayor fuerza, rebasando la esfera de lo personal: por él debían ser aprobadas también las medidas más importantes de gobierno, como el nombramiento de ministros y las concesiones públicas.
Asimismo, cuando estalla la Primera Guerra Mundial y Nicolás se retira encabezando el ejército, Rasputín queda a cargo del gobierno, controlándolo de manera absoluta. Sus desmanes provocarán al fin la ira de nobles cercanos al zar, que decidirán acabar con él.
La muerte del repudiado “monje diablo” será tan particular como lo fue su vida. Uno de los que participaron en la conspiración, el príncipe Félix Yusupov, escribirá después cómo decidieron eliminarlo. Primero, le ofrecieron pasteles y vino envenenados, y al ver que esto no surtía efecto le dispararon varias veces, para empujarlo después al río, donde, según reveló la autopsia, murió ahogado.
Cuando estalla el descontento popular por toda Rusia, la figura de Rasputín será usada por los revolucionarios para denigrar a la familia Romanov, señalándolo como uno de los principales culpables de los males del país.
Sin embargo, este singular personaje no hace más que simbolizar la descomposición de una dinastía, cuya creciente incapacidad para responder a las necesidades de su pueblo acelerará su trágico fin.

-Bibliografía:
• FULOP-MILLER, RENÉ. Rasputín y las mujeres. Buenos Aires, Ediciones Selectas, 1961.
• VITALE, Ignacio (dir). Historia Universal Ilustrada. Abuenos Aires, Ediciones Bach, 1980. T. V

Páginas web consultadas:
http//www.portalplanetsedna.com.ar/rasputin.htm
http//www.telepolis.com/misterios
http//www.artehistoria.jcly.es/historia/personajes
http//www.phistoria.net/reportajes-de-historia/rasputin
-------------------------------------------------------------------------------