Periodista y Escritor. EE. UU.

Para él, esos “hechos” misteriosos estaban siendo excluidos por la ciencia. Y esa actitud era otro “hecho”. La suspicacia forteana, claro, también era un “hecho”. A aquellos cofres de cosas extrañas les llamaba “el sanatorio de las coincidencias exageradas”. Pero un buen día, creyó que aquellas historias no lo llevaban a ninguna parte y, frustrado, quemó todo, dedicándose desde entonces a “estudiar todas las artes y todas las ciencias”. Se carteó con bibliotecas de todo el mundo, husmeó en libros hasta quedarse de ciego y luego volvió sobre sus archivos malditos, esta vez para tratar de comprobarlos. En esta nueva etapa, mejoró la calidad de sus fuentes: sus recopilaciones ya no eran recortes periodísticos sino revistas como Nature, Scientific American, Annals of Scientific Discovery y American Journal of Science.
Louis Pawels y Jacques Bergier, los polémicos fundadores de Planeta, la revista-libro que inició el “esoterismo intelectualizado” de los 60, dijeron que Fort fue a la ciencia lo que Tzara, Bretón y sus discípulos iban a introducir en las artes y en la literatura: “la llameante negativa a jugar un juego en el que todo el mundo hace trampa, la furiosa afirmación de que ‘hay otra cosa’. Un enorme esfuerzo no quizá para pensar lo real en su totalidad, sino para impedir que lo real sea pensado de manera falsamente coherente. Una ruptura esencial”.
El “surrealista de la ciencia” -como le llamó el dúo francés- fue quien pensó por primera vez que aquellos objetos aéreos insólitos que algunos veían en el cielo podían ser “naves mundo” venidas del espacio extraterrestre.
"...Charles Fort ve a la ciencia como a un coche muy civilizado lanzado por una autopista. Pero a cada lado de esta maravillosa pista de asfalto y neón se extiende un país salvaje, lleno de prodigios y de misterios. ¡Alto!, haced también una prospección del país en anchura, ¡Desviaos! ¡Zigzaguead!”, escriben Pauwels y Bergier. “Concibo todas las cosas como ocupando gradaciones, etapas seriales entre la realidad y la irrealidad... No soy un realista, no soy un idealista. Soy un intermediarista” -se definió Fort-. “Todo lo que nos rodea es parte de alguna cosa, la cual es parte a su vez de otra: en este mundo, nada hay bello, solo las apariencias son intermediarias entre la belleza y la fealdad. Solo es completa la Universalidad, solo es bello lo completo”.
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